
La doble carga de la cadena agroalimentaria: menos consumo y mayor coste energético
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El Comité Económico y Social Europeo aprobó recientemente el Dictamen “Seguimiento de la inflación y energía y de la resiliencia energética de la UE en los sectores económicos esenciales”, del que he tenido el honor de ser ponente principal, y que ha contado con el asesoramiento del economista David Uclés. En este dictamen se ha hecho un análisis riguroso del impacto del coste de la energía en algunos sectores que proporcionan productos básicos a la población europea –especialmente, alimentación- y también proponer algunas soluciones ante una crisis cuyas causas más recientes –la guerra de Ucrania- siguen, desgraciadamente, vigentes.
La ola de inflación que está recorriendo Europa es general y tiene dos fases bien diferenciadas. La primera de ellas tuvo su origen en el periodo de recuperación tras la pandemia Covid-19. La reactivación de los sectores económicos que tuvieron que parar su actividad provocó cuellos de botella en las cadenas de suministro que hicieron aumentar los costes de las materias primas y de los fletes de transporte. La segunda se inicia en a febrero de 2022 -fecha del estallido de la guerra de Ucrania-, cuando el problema de los costes se centró en la energía y en algunos productos relacionados con la producción de alimentación en las que, tanto Ucrania como Rusia, son líderes mundiales. Estamos hablando del gas natural, el trigo, el aceite de girasol y los fertilizantes, fundamentalmente.
El impacto de esta situación sobre el tejido empresarial ha sido enorme. Especialmente, en sectores esenciales –que no pueden detener su actividad- como el agroalimentario. La distribución alimentaria o el transporte han sufrido de manera intensa esta situación provocando tres efectos importantes. Primero, el alza de precios que ha sufrido la población europea en productos de alimentación; el segundo, la pérdida de competitividad de las empresas del sector agroalimentario europeo; y, el tercero, el crecimiento de los precios en todos los eslabones de la cadena como consecuencia del aumento de los costes de producción.
Una vez más, esta situación ha colocado a la cadena agroalimentaria ante enormes retos. El mayor de todos, actuar como dique de contención ante el consumidor frente al alza de precios, al tiempo que se garantiza el suministro alimentario diario en cada rincón de Europa. En un nuevo ejercicio de responsabilidad, todos los eslabones de la cadena han intentado repercutir lo menos posible el aumento de los costes, siendo la distribución alimentaria el eslabón más cercano al consumidor, y, por tanto, el encargado del esfuerzo final.
Aunque la inflación se está conteniendo desde hace unos meses, debemos ser conscientes de que algunos sectores esenciales siguen sufriendo una doble carga: la posibilidad de una contención en el consumo y unas facturas de energía que se han calificado de “estratosféricas”. La forma en que los precios de la energía repercuten en los costes de las empresas es muy variada y tiene un amplio espectro: coste del suministro, coste de los proveedores y coste financiero. Muchas empresas de la distribución alimentaria están llevando a cabo importantes inversiones destinadas a reducir el consumo de energía y a tener mayor capacidad para aumentar el acceso a energías renovables y son conscientes de que pueden actuar como aceleradores del cambio a una energía más limpia y más barata.
Pero, esta transición todavía no está hecha y, especialmente las empresas más pequeñas –algunas de las cuales ya han presentado pérdidas derivadas de la situación que estamos describiendo-, pueden tener problemas para abordarla. Por ello, es necesario fomentar, facilitar y priorizar por parte de las administraciones públicas la puesta en marcha de inversiones en eficiencia energética y cambio hacia energías renovables en empresas de sectores esenciales. Otras medias, como la reducción del IVA en algunos alimentos básicos y en los carburantes también han sido de gran ayuda y conviene prorrogarlas mientras permanezca la situación de inflación.
Para concluir, es bueno recordar que, durante la pandemia Covid, vimos como la acción conjunta de la cadena agroalimentaria permitió que no faltara ningún producto esencial en los hogares de los consumidores europeos. La consideración de sector esencial por parte de las administraciones públicas ayudó a ello y esta misma consideración nos puede ayudar en otras muchas situaciones, incluida la actual, para activar todos los recursos que nos permitan servir al consumidor como se ha hecho siempre. Al mismo tiempo, toda medida posible enfocada a disminuir los costes en la cadena, bajar los impuestos y reducir burocracia y costes normativos, sigue siendo indispensable en un momento como en el que nos encontramos.