
El poder transformador de la innovación en el gran consumo
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Ignacio García Magarzo, director general de ASEDAS, participó en el Anuario de la Innovación de FoodRetail con un artículo sobre la innovación en gran consumo.
“Innovación” es una de esas palabras que, de tanto usarlas, corren el riesgo de quedar vacías de contenido. Por eso es importante intentar comprender este concepto más allá de la escueta definición que nos ofrece el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, que dice que innovar es “mudar o alterar algo, introduciendo novedades”. Recientemente, en el trascurso de la presentación del 6º Observatorio de Innovación en Gran Consumo en España del Institut Cerdà, Teresa Riesgo, secretaria general de Innovación del Ministerio de Ciencia e Innovación, amplió esta idea y dijo que “innovación no es solo lo nuevo, sino aquello que aporta un beneficio social, medioambiental o económico”.
Bajo esta idea, y centrándonos en la distribución de alimentación, la innovación es un factor que ha acompañado el crecimiento del modelo de supermercado de proximidad que tenemos en España. Su desarrollo en las últimas décadas, durante las que se ha convertido en un modelo de eficiencia, no se entiende sin la introducción de novedades tecnológicas y de organización en los sistemas logísticos, en la gestión del surtido, en las relaciones con la cadena y en el servicio al consumidor.
Además, estos cambios o novedades contribuyen cada día a alcanzar los objetivos de la triple sostenibilidad empresarial, ese “beneficio social, medioambiental o económico” al que aludía. Para las empresas de supermercados, estos tres aspectos de la sostenibilidad son inherentes y, en todos ellos, se introducen cada día innovaciones que nos permiten mantenerlos y profundizar en ellos. La sostenibilidad social significa que el acceso a la alimentación debe llegar a todos los consumidores, independientemente de su lugar de residencia o de limitaciones en cuanto a su dieta (ej. personas celiacas); la sostenibilidad medioambiental, significa que la economía circular es el mejor camino para el mantenimiento a medio y largo plazo del sistema agroalimentario; y la sostenibilidad económica significa que las empresas deben mantener una estructura financiera que les permita subir todos los días la persiana, crear empleo y cumplir con sus aspiraciones sociales y medioambientales.
Si abrimos el foco hacia los grandes retos que se nos presentan como sociedad, el sector del gran consumo está implicado en los principales desafíos que nos marcan las agendas nacional y europea. También aquí hablamos de una combinación de tres elementos: el medioambiente, la digitalización y la profesionalización. Todas ellas tienen un poder transformador que va más allá del sector del comercio para convertirse en motor de cambio social y económico, pero que, según calcula EuroCommerce, la asociación que nos agrupa a todos los distribuidores europeos, necesitarán de una inversión de hasta 600.000 millones de euros hasta el año 2030.
En el momento de cambio que estamos viviendo, la innovación es, por tanto, una condición ineludible. La dificultad reside en saber distinguir lo que es realmente transformador de lo meramente accesorio y aprender también a valorar la “innovación oculta”. Ésta es aquella que se centra en los procesos y en la tecnología, que no es visible para el consumidor, pero que tiene importantes consecuencias en materia de eficiencia.
Si nos centramos en los resultados reales, la colaboración entre los distintos eslabones de la cadena y también la colaboración público/privada es el mejor camino para alcanzar los objetivos generales, sin caer en ineficacias ni intereses particulares. Colaborar y compartir estrategias es necesario para alcanzar el éxito en una innovación que tiene que ser 360º, estar centrada en las necesidades del consumidor, tener en cuenta sobre todo la eficiencia del sistema y servir para fortalecer el marco social y económico global.