Distribución alimentaria: competitividad y eficiencia como respuesta a la crisis de costes

El Anuario Agricultura & Alimentación del Grupo Joly publica el artículo de Felipe Medina, secretario general técnico de ASEDAS, «Distribución alimentaria: competitividad y eficiencia como respuesta a la crisis de costes». Puedes ver AQUÍ la versión original.

Los elementos que han situado a Europa en una de las mayores espirales inflacionistas de las últimas décadas son, fundamentalmente, el incremento del precio de la energía, de los carburantes y de las materias primas. Estas circunstancias, que comenzaron a manifestarse en primavera de 2021, se han producido en el contexto de la salida de una crisis sanitaria mundial que había creado importantes cuellos de botella en las cadenas de suministro, a lo que se sumó el acelerador de una guerra en la frontera de la Unión Europea. La invasión de Ucrania por Rusia puso, inicialmente, en jaque la disponibilidad de cereales –tanto para consumo humano como animal-, de otras materias primas alimentarias y de los insumos necesarios para la producción de frutas y hortalizas, como son los fertilizantes y pesticidas, que -poco a poco- fueron normalizando los suministros, pero a precios muchísimo más altos.

Durante estos meses, la cadena agroalimentaria ha sido unánime en diagnosticar esta crisis como una crisis de costes y en pedir soluciones relacionadas con la contención fiscal y con el acceso a la energía a precios competitivos, entre otros. Desde ASEDAS, en concreto, solicitamos ya en marzo de 2022 la toma de medidas en este sentido, que incluían, entre otros, la rebaja del IVA en los alimentos. Esta decisión, que llegó en enero de 2023, ha servido sin duda para evitar mayores subidas de precios en los primeros meses del año.

Con las cadenas de valor muy tensionadas por la subida de costes y los precios agrarios e industriales disparados, el eslabón de la distribución –el más cercano al consumidor- ha ejercicio de dique de contención ante los precios finales de la alimentación. A cierre del año 2022, los alimentos del campo superaban una subida del 87 por ciento, los precios de la industria alimentaria más de un 20 por cierto, mientras que el IPC alimentario suponía una subida del 15,7 por ciento, limitando así el impacto para el consumidor. De hecho, las curvas del IPC general y del IPC alimentario no se cruzaron hasta el mes de abril de 2022. Es decir, mientras el IPC general comenzó a dispararse a principios de dicho año, el IPC de alimentación tardó varios meses en reflejar la tensión inflacionista.

Esta labor de contención del eslabón minorista ha sido posible por razones de eficiencia operativa y, sobre todo, por la enorme competencia que presenta el sector de la distribución alimentaria en España. En nuestro país, la cuota de las cinco principales empresas de distribución alimentaria fue del 27,7 por ciento en 2021 y éstas compiten en el mercado con más de 300 cadenas de distribución alimentaria de todos los tamaños, muchas de las cuales integran franquicias y cooperativistas, además de todo el comercio detallista y la hostelería. La distribución alimentaria en España se caracteriza, por tanto, por un mayor equilibrio entre formatos que en otros países, una gran variedad de empresas y una alta capilaridad. Todo ello conforma un modelo muy competitivo en el que el consumidor tiene la capacidad de elegir entre varias opciones y de hacerlo, además, en cualquier lugar en el que viva. Además, cabe recordar que los índices de IPC alimentario en España se han mantenido, desde el inicio de la crisis, por debajo de la media del IPC de alimentación en la Unión Europea tras 20 años prácticamente estables.

CON LAS CADENAS DE VALOR MUY TENSIONADAS, EL ESLABÓN DE LA DISTRIBUCIÓN HA EJERCICIO DE CONTENCIÓN ANTE LOS PRECIOS FINALES DE LA ALIMENTACIÓN

La evolución de los mercados internacionales de materias primas y la contención de los precios energéticos han permitido, a partir del mes de abril y mayo, una ralentización de las subidas de precios agrarios y de la industria alimentaria, con un efecto inmediato sobre los precios de la alimentación para el consumidor. Aun así, los índices de los precios en origen siguen siendo muy elevados, con la incertidumbre añadida sobre cómo puede afectar la sequía –a pesar de las lluvias de mayo- a algunas producciones. Sea como sea, las empresas de distribución alimentaria están comprometidas y preparadas para garantizar un surtido completo, variado y seguro de alimentación a los precios lo más competitivos posible.

La conclusión de este año complicado para la cadena agroalimentaria y también para el consumidor es que, una vez más, la distribución alimentaria ha sabido estar a la altura de los desafíos del mercado, aún en situaciones que, como el actual contexto geo-político, escapan de su control. El servicio al cliente, la competencia empresarial, la capacidad de liderazgo en la cadena alimentaria y la eficiencia en la gestión, son cuatro pilares que ayudan a la distribución alimentaria en España a abordar, siempre pensando en el consumidor, la incierta evolución de las circunstancias que hemos vivido.