Una cuestión de confianza
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Felipe Medina, secretario general técnico de ASEDAS, participa en el Anuario de Agricultura&Alimentación 2024 del Grupo Joly con un artículo en el que analiza la necesidad de crear confianza, evitando campañas de comunicación malintencionadas, en el consumidor desde una cadena agroalimentaria unida. Se puede ver el artículo completo AQUÍ.
La propuesta de hablar sobre “frutas y hortalizas de Andalucía con sabor” no puede ser más inspiradora al responder con precisión a una de las grandes misiones de la red de distribución de alimentación mayorista y minorista: ofrecer al consumidor aquellos productos que mejor respondan a sus expectativas. Éstas se concentran en cinco grandes atributos: calidad, volumen, variedad, seguridad y precio. La totalidad de la cadena de valor agroalimentaria debe ser consciente de lo que en términos de marketing llamaríamos “drivers o palancas del consumo” y trabajar sin perder de vista el servicio al consumidor.
España es una referencia en la industria alimentaria y Andalucía tiene un papel protagonista en este logro. La comunicación fluida entre el sector productor y la distribución alimentaria permite aplicar con rigor, innovación y profesionalidad el enfoque hacia el consumo de toda la producción. El gran reto que, entre todos, tenemos por delante es poner en valor y transmitir al consumidor la excelencia de los productos que encuentra en los lineales y la singularidad de la red de distribución que permite llevarlos muy cerca de sus casas. Además, hemos de ser conscientes de la necesidad de defender los logros alcanzados durante décadas de trabajo, porque estos pueden perderse con facilidad. Tenemos un ejemplo reciente de ello: la crisis de confianza que ha sufrido la fresa, uno de esos productos que aúna, sin ninguna duda, las cinco cualidades antes mencionadas.
Hagamos un breve recordatorio de esta crisis situándonos en marzo de 2024, cuando una notificación del RASFF (Rapid Alert System Feed and Food) comunica la detención de una partida de fresas procedentes de Marruecos con posible presencia de Hepatitis A en un “punto de entrada a España”. Este producto no llega a comercializarse en nuestro país, ni siquiera a traspasar las fronteras, pero el hecho se difunde sin medir las consecuencias provocando una crisis de consumo y la consecuente caída de las ventas en plena campaña de la fresa española durante los días siguientes. La moraleja es que una defensa mal entendida de los productos locales puede tener un efecto boomerang indeseable para todos, porque ataca directamente a la confianza del consumidor, que tantos esfuerzos cuesta conseguir. Y, en este caso concreto, obvia un hecho comprobado: España es uno de los países con uno de los sistemas de seguridad alimentaria más avanzados del mundo.
Lo mismo puede decirse cuando el debate sobre los precios de la alimentación deriva en acusaciones infundadas o manipuladas entre unos eslabones y otros -generalmente del sector productor a la distribución-. La relación entre el precio en origen y el precio en destino puede comprobarse echando un vistazo a los informes del Observatorio de Precios del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, hoy Observatorio de la Cadena Alimentaria. Mientras que el esfuerzo de contención de los márgenes que hace la distribución alimentaria en épocas inflación también está certificado en los registros de cuentas y en el antiguo Observatorio de Márgenes del Ministerio de Hacienda. Perdernos en debates inútiles nos hace desviar el foco de lo realmente importante: la necesidad de unión de la cadena ante problemas graves como la posible pérdida de competitividad derivada de una burocracia aplastante y de una legislación inflexible y muy costosa para todos, especialmente en materia medioambiental y laboral.
El compromiso de la distribución alimentaria en España con esas frutas y hortalizas con sabor que salen de nuestros campos y de nuestras huertas es firme, alcanzando entre el 80 y el 90 por ciento del total de los productos que se encuentran en los lineales. Esto responde a una demanda del consumidor -que aprecia los productos de proximidad por un compromiso con el territorio; y, sobre todo, por la calidad y sabor que ofrecen-. Además, nuestra obligación es responder también a su demanda cuando la producción nacional es insuficiente o cuando termina la temporada de producción en nuestro hemisferio, manteniendo así viva la demanda.
Sabor, color, aroma… el placer de poner en la mesa de los consumidores lo mejor de nuestros agricultores andaluces es un trabajo compartido que debemos seguir haciendo con visión de futuro y de servicio. Vivimos en una época de grandes cambios -sociales, medioambientales y económicos- que, de nuevo, ponen a prueba la resiliencia de la cadena agroalimentaria y todos hemos de estar, una vez más, a la altura de estos desafíos.